viernes, 11 de mayo de 2018

Escribe Paco Mira:

DE ANIMALES, PERO SOBRE TODO
DE AMOR Y COMPROMISO

            De vez en cuando es bueno culturizarse. Por eso cuando hay alguna palabra que no entendemos o cuyo significado no lo tenemos muy claro, es necesario y conveniente acudir a las fuentes. Estos días se armó el revuelo por una palabra que iba unida al delito. La palabra es “manada”. Lejos de interpretar lo que probablemente no fuera, acudí al diccionario de la Real Academia de la Lengua y define ésta, con lo siguiente: “conjunto de ciertos animales, de una misma especie, que andan reunidos”.

         Habiendo dejado ya a un lado el tiempo de calentura, quiero expresar que nosotros, los seres humanos, también somos animales, pero que muchas veces pensamos. Sin embargo, cada día que pasa, me doy cuenta que nos estamos pareciendo más a los de la definición de la RAE: más violencia de género, más malos tratos, más insolidarios, más bullyng… y probablemente los jueces, que además por estas fechas están en huelga,  no dan avío a solucionar problemas. Una chica, está en boca de todo un país, porque una manada de animales, los de la rae, desgraciadamente así lo han querido. Me gustaría que las desgracias sirvan para solucionar lo que no funciona, no para recrearnos en el morbo televisivo o periodístico y hurgar en una herida que no nos corresponde.

         Pero como siempre, el fin de semana nos trae una noticia buena (evangelio), una noticia que nos tiene que llenar de esperanza. Y la esperanza nos tiene que hacer que nos pongamos en camino, nos tiene que llevar al movimiento no al inmovilismo que nos recuerda el libro de los hechos, “¿qué hacen mirando al cielo, varones sin alegría?”. Es el fin de semana de la Ascensión.

         Los discípulos de ayer, como los de hoy, hemos recibido el mandato de Jesús de anunciar el evangelio, de ser misioneros. Una buena noticia que no se puede convertir en una propiedad privada de unos cuantos, pues su alcance tiene que ser universal. La buena noticia que estamos llamados a anunciar a tiempo y a destiempo, no es un conjunto de consejos piadosos que se han transmitido de generación en generación, sino el anuncio de un proyecto de salvación que Dios tiene para todos nosotros: una palabra y una vida que, al comunicarla y compartirla, genera un dinamismo capaz de transformar hondamente la vida de quien la acoge.

         Guardar el mensaje en el arcón o en el baúl de los recuerdos es un acto de egoísmo injusto. No podemos callar ni ocultar el mensaje que a nosotros nos cambió la vida llenándola de sentido, o anunciarlo solamente a los que nos caen bien, a los que nos aplauden, los que comparten nuestra forma de ser y pensar… el mensaje ha de ser a toda la creación.

         Pero claro, anunciar el evangelio supone una dosis de profunda humildad. Humildad que hace que la vida sea plena, como le ocurrió a Jacinto, Lucía y Francisca, los tres pastorcillos de Fátima. Probablemente queden muchas dudas por resolver sobre las apariciones. Probablemente seamos muy escépticos en muchas de las apreciaciones, pero la humildad para acoger un mensaje de salvación está al alcance de los que han reconocido que la fe es un  valor que mueve montañas, al ejemplo de María que a ellos y a nosotros nos marca el camino.

         La comunidad, nuestra casa, nuestra Iglesia, tiene que ser y tener las puertas abiertas. Si así lo hacemos, probablemente estamos demostrando que hemos acogido el mensaje salvador. ¿ por qué poner tantas trabas a los que quieren volver a nuestra casa?. Pero quizás sea tema de otra reflexión.

         Hasta la próxima.

         Paco Mira

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